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viernes, 2 de diciembre de 2011

TITULOS PARA USAR: La mutación

Era 1980 y habían pasado ya diez años desde ese trágico episodio que marcó mi vida para siempre.

A las tres de la tarde, el cielo se oscureció y se escuchó una fuerte explosión en la ciudad.
El ruido fue insoportable. Una nube de polvo tapó todo y se escuchó silencio.
Cuando desperté estaba acostado en una cama, con una gran cicatriz en la mano y con una extraña nariz.
Asustado por las consecuencias que había causado posiblemente esa explosión, grité...--¡AYUDA! ¿Dónde estoy? ¡AYUDA!-
hasta que rápidamente vino una enfermera y le pregunté tocándome la nariz:
--¿Que me pasó? ¿Por qué tengo la nariz como Michael Jackson?-
y la enfermera con una falsa sonrisa me explico lo que había ocurrido:
-Estamos en guerra con un planeta desconocido, al parecer los extraterrestres se cansaron de nuestras dudas sobre su existencia y de las violentas
 películas que hacíamos sobre ellos, decidieron vengarse.-
Sentí miedo y una molestia al respirar. Entonces le pregunté:
-¿Donde están mis padres? ¿Y mis vecinos? ¿Están bien?-
y me contestó con una sonrisa:
-Ellos están bien-
Y se fue. Pero no me convenció. Noté algo raro en su voz que me hizo acordar aquella horrible canción de Justin Bieber. Y el terror se apoderó de mí.
 Me pregunté ¿qué haría?
¿Me escaparía por la ventana antes que volviera esa extraña enfermera, esperaría que vuelva y le preguntaría más sobre mi familia,
 o la esperaría con algo punzante escondido? Pero antes de que me decidiera qué hacer,
 apareció en la puerta del cuarto y entró trayendo con ella un plato de comida y un vaso de agua.
Me dije a mi mismo...basta de tonterías, si ella fuese un extraterrestre ya me habría comido.
 Y con una sonrisa le recibí el plato y le agradecí. Pero cuando la vi retirarse por la puerta le observé una extraña especie de línea en su nuca.
Apenas se fue, me levante decidido a escaparme cuando observé en mis manos esa cicatriz que tenía volviéndose roja y me estaba ardiendo.
 Grité de dolor y sentí un calor torturante.
Gritando me agarre el brazo, salí impulsado hacia el piso y miré mi mano como una especie de arma.
Me levante y vi un gran agujero en la pared. Observé por la ventana y alcancé a ver una ciudad en ruinas desde un décimo piso.
Salí por la puerta y vi a muchos extraterrestres acercándose a mí, pero solo uno traía en su cabeza un peinado aterrador y un pantalón muy ajustado.
Sin saber que hacer le apunte con mi brazo agujereado y lo maté.
Automáticamente todos los ETs corrieron hacia abajó y siguiéndolos miré a miles de ellos despegando hacia su planeta en grandes naves violetas.
Desde ese día aprendí que los mutantes por dentro somos iguales a los humanos, y a vivir con una nariz poco deseable.

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